Soy una amante de los
perros.
Me gustan los animales en
general, todos, pero los perros siempre han formado parte de mi familia.
Ahora tenemos un dálmata,
Talco, que nos da las buenas noches y
los buenos días, con un montón de lametazos en la cara cuando estamos en la cama.
Le gusta el pan para
desayunar una vez que termina de saludar
por la mañana y te levantas se sienta delante del cajón de la panera esperando
su desayuno, se lo dás y se va a su colchón a comérselo, porque le encanta
desayunar en su cama.
A continuación saluda a los
vecinos desde la ventana, es muy cotilla, se
asoma y espera a que le saluden cuando pasan.
Al salir de casa, choca las
cinco para despedirse, eso se lo enseño mi hijo, en vez de dar la patita.
Le encanta bailar, no
podemos ni tatarear una canción, porque enseguida está de pie encima del que
cante para bailar con él.
Y por último, otra de las
muchas cosas, y esto lo hacen todos seguro, si no te encuentras bien por cualquier cosa que te pase, tumbado en la cama
o en el sofá, no se mueve de tu lado.
Todo esto os lo cuento por
la conversación de hoy con mis hijos.
Trata de que a uno de sus amigos no le dejan
tener perro y no lo entienden.
Intento explicárselo, no a
todo el mundo le gustan los animales y
mucho menos en casa.
Tener una mascota es una
responsabilidad, es uno más, hay que cuidarle, quererle y no es un juguete, es
un ser vivo.
En su etapa de cachorro se
comerá cosas, nos romperá juguetes y zapatos,
se hará sus necesidades en el suelo, no nos hará caso…así hasta que
pase un tiempo y aprenda.
Luego cuando crezca ,
hay que seguir sacándole a la calle para
jugar con él.
Si te vas de viaje no en todos los sitios
admiten perros, y hay que dejarle con alguien que lo cuide bien.
No todas las personas están
dispuestas a esto y para no cuidarlo es mejor no tenerlo, y que lo tenga quien
de verdad lo cuide y lo quiera.
Pienso que no tener un perro si no te gusta,también es de ser responsable.
Mis hijos no están muy de
acuerdo, ellos adoran a los perros y piensan que todos deberíamos de tener uno
y así no habría ningún perrito abandonado.
Pero no quiero que se
enfaden con los papas de su amigo y que respeten las decisiones de los demás.
Nos hemos tumbado los cuatro
en la cama de Talco que nos está mirando
con cara de ¿Somos muchos no?, pero nos muele a lametazos.
HABÍA UNA VEZ
Un dálmata llamado Lunares.
Lunares vivía en una casa con
papá, mamá, los niños y el abuelo.
El abuelo era un poco gruñón
desde que llego Lunares, porque él había tenido un perrito Roco que ya no
estaba y le echaba mucho de menos.
Cuando veía al dálmata se acordaba y eso le ponía triste, pero Lunares siempre estaba detrás de él haciendo trastadas.
Cuando veía al dálmata se acordaba y eso le ponía triste, pero Lunares siempre estaba detrás de él haciendo trastadas.
Lunares tenía una vida muy
tranquila, muy de perro.
Se levantaba
cuando lo hacían todos los miembros de la casa, sobre todo con el último
en hacerlo porque era muy dormilón, se
iba a la cocina y pedía su desayuno sentado
enfrente del cajón del pan.
- _ Toma Lunares.
El que más a mano estuviese en ese momento del pan, se lo daba y él volvía a su colchón a comérselo tranquilamente.
Cuando todos estaban
organizados le tocaba salir a la calle.
¡Ahí sí que estaba en
su terreno!
Lunares tenía una
pandilla formada con otros perros de la zona.
Desde la ventana se
veían y salían todos a la misma hora.
La pandilla
la formaban, Luna, Mafy, Rex, Max, Yaco, Noa y por supuesto Lunares.
Entre ellos unos eran más jovencitos y otros más mayores.
Lunares era el entrenador personal de todos.
Nada más
salir les hacía correr pradera arriba, pradera abajo.
Los más mayores como Luna y Max caminaban
despacito hablando de sus cosas, soltando algún ladrido que otro cuando se
peleaban los más jóvenes para reñirles.
Mafy, que
era la “cursi” del grupo, normalmente no se hablaba con nadie, solía tener
muchísimo cuidado de por dónde pisaba y a quien saludaba, todo la molestaba.Ella era así.
Lunares
estaba enamorado de Noa y entre carrera y carrera se acercaba para decirle algo
bonito y darle besitos, a Noa le gustaba mucho eso.
En el parque
tenían un bosque pequeño con árboles frutales, manzanos, perales… les gustaba
comerse las manzanas y jugaban con ellas como si fuesen pelotas pequeñas.
También vivían en ese bosque conejitos, que eran sus amigos, aunque a Rex de vez en cuando le gusta jugar al “corre que te pillo” con ellos.
No les hacía mucha gracia,
se enfadaban y a Rex tenían que reñirle.
- Rex ¡No!
Así pasaban
los días felices con sus juegos, sus amores, sus carreras…
Hasta que un
día los conejitos llamaron a Luna que era la más mayor de toda la pandilla. Le
mostraron a un perrito que se encontraba escondido entre unas matas tapadito.
Le contaron que había aparecido por la mañana, que se perdió y que llevaba mucho tiempo sin comer. Le
habían dado fruta, pan duro ya no tenía
hambre pero estaba asustado.
Luna que todo se lo tomaba con mucha calma, tranquila reunió al grupo y les contó la historia.
Mafy lloraba, ella era muy sensible a estas cosas.
Rex protestaba por las injusticias…
-Seguro que
le han abandonado (decía).
Noa pregunto
si le había maltratado, pero no, estaba bien, solo asustado.
Max fue a
verle y le canto para consolarlo, a Max le gustaba mucho cantar y lo hacía muy
bien.
Lunares
pensó que a lo mejor le estaban buscando, a ellos les querían mucho y si se
perdiesen les buscarían.
Lost, que
así le llamaron, relato su historia.
Sus dueños se fueron a otra casa donde no
podían llevarse a su perro. Le habían dejado con otros cuidadores que no le querían, le habían
abandonado y no sabía a donde ir.
Pues bien
tenían un problema. Ellos no iban a abandonarle.
Reunión
general para ver la forma de ayudar a
Lost.
Luna y Mafy vivían en la misma casa con dos
gatos, eran muchos no podían llevarse a ninguno más.
Yaco era muy
jovencito, estaba en proceso de adiestramiento y su dueña que le quería muchísimo, se entrenaba con él, era muy
graciosa, un puro nervio.
-Imposible
(dijo Yaco), mi Elenita (su dueña) se muere de un ataque.
Rex y Max pasaban aquí largas temporadas de vacaciones, vivían en otra ciudad muy lejos al sur. No podían llevarlo en el coche con ellos cuando volviesen
Noa vivía
solita con su dueña y no estaba muy bien de salud así que tampoco tenía tiempo
de cuidar otro perrito.
Solo quedaba
Lunares.
Lunares que
era un loco decidido, ató su cuerda al cuello de Lost y tiro caminito para
casa.
Cuando
estaba llegando se acordó del abuelo.
_ El abuelo
que no es el hombre más feliz cuando me ve ¿Qué va a pensar cuando vea a Lost? Estamos los dos en la calle.
La relación
entre Lunares y el abuelo era tensa pero existía. Solo la entendían ellos.
Cuando
Lunares volvía de su paseo corría como loco a casa y nadie entendía porque,
hasta que un día vieron que era la hora en que el abuelo terminaba su cena y le
dejaba siempre un trozo grande de pan encima de la mesa para él.
Lunares le
iba contando esta historia a Lost mientras llegaban a casa.
Cuando llegaron
a la cocina encima de la mesa había dos trozos de pan grandes.
Lunares miro
hacia la puerta y allí estaba el abuelo.
-Os he visto
venir, y se toda la historia. Mañana vamos al veterinario y espero que estés
sano y no seas muy viejo. Aquí ese papel lo tengo yo (dijo el abuelo riéndose a
carcajadas).
Lost era igual que Roco, de la misma raza y del mismo color, parecía que hubiese vuelto a casa.
Lunares sin saberlo le estaba dando
un regalo al abuelo.
Ahora Lost
pertenece a la pandilla y está intentando que Mafy le hago un poquito de caso
porque se ha enamorado de ella.
Como veis
había varias familias que adoraban a los perros y no todas podían quedarse con
Lost, solo una decidió hacerlo.
- Voy a ser veterinario de mayor mamá, (me ha dicho mi
hijo) y montaré un hotel fantástico para salvar a todos los perros abandonados.
- Yo, también, mamá, pero mi hotel será para gatos (me ha dicho otro).
- Y yo, mamá, pero el mío será para peces.
Vale… Me
faltan los caballos, los tigres, las águilas… Si me doy prisa y tengo más
hijos… A lo mejor ayudo a solucionar un
poquito…
FELICES SUEÑOS
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